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La gestión genética de las novillas y del rebaño en general se puede complicar tanto como se quiera, pero para empezar debemos simplificar y establecer algunos puntos a tener en cuenta desde el principio. El diseño de un programa se parece mucho a la organización de un viaje donde el destino final es nuestro objetivo y, entre múltiples opciones, debemos escoger el itinerario más adecuado de acuerdo con nuestro punto de partida y con nuestros recursos y medios disponibles.

La supervivencia de la ternera recién nacida, su desarrollo con vigor y la resistencia a las enfermedades más comunes de las primeras semanas son claves para lograr una eficiencia razonable en la recría y, por extensión, en la primera lactación. El manejo, la higiene, el encalostrado, la nutrición y el programa sanitario son factores primordiales irrenunciables pero cuya respuesta está modulada por el potencial genético de la nueva ternera.

El esquema de selección de la ganadería involucra toda la explotación, pero cada vez el énfasis es mayor en las novillas. Aunque centrarse solamente en un rasgo como la fertilidad sería un error al desatender otras características importantes, en este post analizaremos este carácter para ahondar en su manejo genético. La fertilidad es la base para el éxito reproductivo y su origen es genético.

Conocedores del incremento natural de la consanguinidad en la población, debemos utilizar bien las herramientas disponibles para mantenerla baja y para reducir sus efectos negativos en las características productivas y reproductivas. La selección de toros a utilizar y su combinación adecuada es solo una de las claves, pero disponer de valores genómicos y manejar adecuadamente los haplotipos recesivos favorecerá la gestión del problema.

Es importante controlar el nivel de consanguinidad en nuestras novillas ya que valores elevados pueden suponer una merma productiva y mayores problemas de salud. El valor de la consanguinidad se calcula de manera diferente cuando el dato es genómico, y no se puede comparar directamente con el valor tradicional.

Los índices combinados más importantes son los de tipo económico seguidos de los combinados de producción y tipo. Los índices de salud y productividad están de máxima actualidad y su uso emerge con fuerza por parte de las ganaderías más avanzadas. Los emplearemos tanto para seleccionar nuestras novillas, tras realizar las pruebas genómicas, como para seleccionar los toros para cubrirlas.

En la búsqueda de nuestro índice de selección, si nos fijamos bien en la definición y en sus componentes encontraremos las claves de cuál es el que se adapta mejor a nuestro objetivo, desde el que tiene peso predominante en producción a los enfoques más de salud o de tipo. La finalidad es que el índice escogido resuma exactamente lo que necesitamos.

Aunque la presión de selección la ejerceremos fundamentalmente sobre las novillas, los criterios los debemos elegir pensando en las vacas y en la producción que necesitamos. Para ser eficaces tenemos que utilizar un índice único de selección por el que ordenar nuestras vacas, nuestras novillas y los toros a utilizar. La primera tarea es decidir un índice genético que identifique nuestras necesidades y nos acerque a nuestro objetivo.

La arraigada idea de que las novillas representan siempre la mejor genética de la explotación lleva a simplificar demasiado y a aplicar rutinas de selección generalizadas que incurren en varios errores. En este post, mostramos cómo superar esta creencia y sacar el mayor partido a los mejores animales de la explotación.

En caso de tener un exceso de novillas en la explotación, deberemos seleccionar aquellas que queremos recriar. El criterio técnico más apropiado para la selección, después del filtro zootécnico y/o sanitario, es el genético. En este primer post Daniel Martínez nos introduce en el mundo de la selección y la tecnología genómica, reflejando su fiabilidad y eficacia a la hora de seleccionar a las novillas que debemos recriar.